SE ABRIRÁN LAS GRANDES ALAMEDAS
Se acabó
la tregua. Se acabó mi tregua. Me hice la promesa de moderar las críticas, pero
me tiran de la lengua estos canallas. Me dicen
que no es momento de polémicas, pero los políticos al mando y sus voceros se
encargan de dividir. Me dicen que es mejor guardar silencio por ahora, pero veo
que mi silencio sólo sirve para que otros hablen y construyan su relato. Me
dicen que hay que estar con el Gobierno, pero el Gobierno no está conmigo. Me
dicen que no hay que señalar, pero ellos, además de no ayudar, señalan con
dureza a los profesionales sanitarios.
El
Gobierno está acojonado. No cabe duda. Es la primera vez en medio siglo que los
pacientes y los profesionales de la medicina vamos de la mano en algo. Ha
tenido que ocurrir una desgracia para que la sociedad española comprenda que
los políticos (todos) han esquilmado –literalmente– la sanidad pública, y que
los médicos y las enfermeras no hemos sido los culpables, sino las víctimas.
Tan víctimas como los pacientes. Y están acojonados los políticos. Muy acojonados.
Esos aplausos a las ocho de la tarde, día tras día, les ponen los huevos de
corbata porque entienden (con razón) que los pacientes y los médicos ya
formamos una piña. Ya no vale la leyenda construida de que los médicos somos
los despilfarradores del sistema, los vagos, los maleantes, los culpables de
las demoras, los privilegiados en el sueldo. Ha tenido que llegar un virus para
mostrar a las claras las vergüenzas de estos mierdas: la falta de mascarillas,
la falta de respiradores, la falta de buenas batas, la falta de profesionales,
la falta de organización, la falta de protocolos y la falta de liderazgo.
El
desastre organizativo ha sido tan absoluto, la incompetencia tan burda, la
imprudencia tan visible, la mentira tan palpable, la desidia tan evidente, que
el Gobierno (o los Gobiernos) nos piden ahora silencio para ir ellos
construyendo su relato. El relato que los salve. El chivo expiatorio que
revuelva de nuevo a los pacientes contra quienes se encargan de la salud. La
ignominia llevada a un grado sumo. Maestros de miserables.
En un
país donde los médicos y las enfermeras se protegen con bolsas de la basura
para atender a sus pacientes, en un país donde se confeccionan mascarillas con
papel higiénico o con bordados de punto de cruz, en un país donde ya están
cayendo médicos, enfermeras y guardias civiles en acto de servicio, en un país
que ya supera a China en número de fallecidos por el coronavirus, se dice por
una consejera socialista de sanidad que los médicos se están contagiando por
viajar mucho. Por viajar mucho. Por viajar mucho. No por trabajar mucho y en
penosas condiciones. No. No por la criminal negligencia de quienes, a fecha de
hoy, han tenido que pedir ayuda a la OTAN para traer a España los test del
coronavirus. No. No por quienes han incumplido la promesa realizada hace dos
semanas de que, “en pocos días”, tendríamos a nuestra disposición las
mascarillas FPP2 y FPP3. No. No por quienes ya permiten, con manifiesta
impotencia, que los propios profesionales nos vistamos con bolsas de la basura
y con caretas de papel de celofán. No. Ha sido por viajar. Por viajar mucho.
Los médicos nos contagiamos por viajar.
Ya
estamos otra vez en lo de siempre. En lo de siempre. En escupir a la cara a
quien nos cuida para salvar ellos el culo. En intentar explicar lo inexplicable
atacando al punto débil del sistema. El jefe sioux haciéndole la vida imposible
al indio. El general de cinco estrellas abofeteando al soldadito bajo su mando.
Un
artículo publicado anteayer en El País demuestra la incompetencia y la desidia
criminal de este Gobierno. Un Gobierno que, durante los cruciales meses de
enero, febrero y marzo, estuvo distraído en los tres problemas “más acuciantes”
de España. A saber: la lucha contra el heteropatriarcado opresor de las
mujeres, la colocación de Pablo Iglesias en el CNI y la satisfacción de los
antojos a los desleales catalanes, incluido un proyecto inminente de amnistía.
Y mientras tanto, mientras todo eso sucedía, afirmaba Pedro Sánchez con
rotundidad que “la sanidad española estaba perfectamente preparada” (sic) para
la pandemia de coronavirus que se nos venía encima. Hoy sabemos que no era así.
Que nos mentía. Que le importaba una higa poner a los sanitarios a los pies de
los caballos. Que lo suyo era el feminismo, y la formación sexual en las
escuelas, y los talleres de masturbación para mujeres empoderadas, y el ofrecer
millones de euros a quien decía sin pudor en el Congreso que la estabilidad de
España le importaba una putísima mierda: a los independentistas catalanes.
El
artículo de El País de anteayer decía así:
<<Pasados
más de diez días de pandemia (hoy son doce), el ministro de Sanidad empieza a
desvelar la magnitud de uno de los problemas más preocupantes causados por el
coronavirus: unos 4.000 sanitarios ya han caído contagiados (hoy son casi
6.000). El daño que el coronavirus está haciendo en la salud del personal
sanitario que lo combate ES MUCHO MAYOR QUE EN OTROS PAÍSES. En Italia los
médicos y enfermeras suponen el 8% de los contagiados totales, frente al 12% de
España (hoy ya es el 14%). En China no llegaron ni al 4%. Las organizaciones
profesionales llevan desde principios de marzo urgiendo medidas a los gestores
sanitarios para evitar contagios. El Sindicato de Enfermería sabe de centros
donde se lavan las batas y las mascarillas para reutilizarlas, algo aberrante
en términos de higiene sanitaria. No hubo previsión en las autoridades y, ante
la avalancha de enfermos, el personal médico y de enfermería de primera línea
de batalla ha tenido que buscarse la vida para ponerle barreras al coronavirus:
se fabrican equipos de protección con bolsas de la basura, cosa que a estas
alturas no debería ser admisible. Y mientras los epidemiólogos aspiran a que
las medidas de distanciamiento social aplanen cuanto antes la curva de propagación
en la población en general, el freno a la expansión de la enfermedad entre los
sanitarios no tiene un horizonte nada claro. Es una curva propia que,
seguramente, tardará más tiempo en aplanarse porque los sanitarios van a seguir
más expuestos y durante más tiempo. El problema sólo se frenará cuando se acabe
con la acuciante falta de equipos de protección adecuados. La escasez afecta
mucho a las máscaras FPP2 y FPP3 que protegen de las secreciones del paciente,
y a las batas impermeables. Hubo mucha improvisación inicial y bastante
relajación. No se le dio la importancia necesaria y faltó una centralización de
las medidas>>.
Y por
todo eso, por esa criminal negligencia, porque a 25 de marzo estamos igual que
en febrero, el Consejo Estatal de Médicos ha presentado hoy una denuncia ante
el Tribunal Supremo para que el nefasto Gobierno de ensoberbecidos inútiles que
nos ha tocado padecer haga por fin su trabajo y nos permita realizar el nuestro
sin enfermar, sin que caigamos como moscas en esta guerra en la que nos han
metido sin un maldito fusil, sin una bala.
Hay
tantos izquierdistas de caché ingresados en la Ruber que ya la llaman
Ruberlingrado. Y allí, en Ruberlingrado, me imagino que estarán pensando y
discutiendo la forma de dimitir. De dimitir, cabrones. De dimitir. Que no es un
nombre ruso dimitir, sino la única acción honorable que le queda a un
irresponsable cuando se ha demostrado sobradamente su irresponsabilidad.
Y no digo
que dimitáis ahora, en plena crisis, sino luego: cuando estemos en la calle los
que queden. Porque en la calle nos veremos, sí. No lo dudéis. Iremos todos, de
la mano. Y se abrirán para nosotros las grandes alamedas, como decía Salvador
Allende poco antes de morir asesinado. Y allí, en la calle, en esas grandes
alamedas, estaremos todos juntos: las enfermeras, los celadores, las auxiliares
de las residencias, los pacientes, los médicos, los conductores de las
ambulancias, los taxistas, los bomberos, los jubilados, las cajeras, los
transportistas, las amas de casa, los autónomos, los farmacéuticos… Todos.
Todos juntos, de la mano. Todos en defensa de la Sanidad Pública. Todos contra
el mal Gobierno. Y esta vez nada de batas blancas, ni de lazos amarillos, ni
morados feministas, ni verde de los maestros. Todos de riguroso negro. De negro
color de luto. De negro como las negras togas del Tribunal Supremo que os
habrán de juzgar algún día. De negro como las negras bolsas de basura que se
han de poner mis compañeros.
Firmado: JUAN
MANUEL JIMÉNEZ MUÑOZ. Médico y escritor malagueño.
"Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor" (SALVADOR ALLENDE).
ResponderEliminarestamos todos de acuerdo incluso los grueros
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